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JABALÍES A LA ESPERA

60,00

JOSÉ MURILLO SÁNCHEZ

  • Lengua: CASTELLANO
  • Encuadernación: Rústica, cubierta brillo y solapas
  • Páginas: 298
  • Impresión: B/N
  • Contenido: Textos y fotografías
  • Medidas: 170×240 mm.

Descripción

El autor habla en este libro de una de las formas más emocionantes de cazar: Jabalíes en esperas nocturnas. Para él, la caza es más que una afición, y en la mayor no era suficiente con dejar que la suerte le llevara a los cochinos al puesto que en sorteo le hubiera correspondido. Tenía que buscarlos, escogerlos por el tamaño de sus pistas, estudiar sus querencias, sus rarezas, sus horarios y con todos estos datos, sin prisas, elegir el sitio donde esperarlos en soledad, hasta llegar al deseado momento del encuentro. Sus relatos son escenas de caza con descripciones exactas del terreno en que se practican, pero hay más: personajes y oficios propios de los campos extremeños; furtivos a los que acompañó de niño, carboneros con los que compartir café junto al horno de leña, donde se cuece lentamente el carbón en las noches de verano, sacadores de corcha, caseros, ganaderos y guardas, viejos habitantes de la Extremadura de siempre que, creyendo en Dios, rezan todavía a la Luna, porque intuyen la influencia de sus ciclos en sus propias vidas.

Un feliz descubrimiento literario, un soberano tratado que rebosa pasión, sinceridad, pericia cinegética, amor a un paisaje… (Xavier Trías de Bes, TROFEO CAZA)

Ocupará un hueco entre los clásicos de la literatura cinegética (Juan J. Viola, DIARIO HOY).

 

Opiniones aparecidas en medios de comunicación:

REVISTA TROFEO
JABALÍES A LA ESPERAJavier Trías de Bes
Al Ándalus ediciones amplía su Biblioteca Cinegética. Corrigieron la prisa y la inexperiencia de la selección y presentación de los primeros títulos y no me importa admitir que Al Andalus está haciendo una excelente colección en la que títulos como «recuerdos de Montería», «Los Lobos de la Canchera», «Estampas de caza mayor», «El Montero de Alpotreque», o lo que ahora nos ocupa, brillan con luz propia. El joven abogado y cazador José Murillo Sánchez (Cáceres, 1964), autor de Javalíes a la espera, constituye, para quien esto escribe, un feliz descubrimiento literario. No siempre ha sido posible decir lo mismo de uno u otro autor natural de esta fascinante Extremadura, fuente inagotable de escritores de caza. José Murillo no quiere pecar de pretencioso -son sus palabras- al pensar que escribió un manual de cómo cazar jabalíes en espera «porque es un tipo de caza que nunca se domina» y «porque entiendo que habrá tantos esperando como cazadores» dirá irónicamente. Puede que tenga razón, pero anuncio al lector que a José Murillo «se le ha dado» un tratado sobre la práctica de esta incierta cacería y en línea con muchos de los lanzamientos e historias. Tiene catorce años cuando empieza a practicar la espera de los jabalíes de la mano de Francisco Madera Amado, el «Quico», guardia veterano de Aliseda. A «Quico» -con quien estoy seguro que usted y yo simpatizaríamos mil maravillas- lo veo como el «ayudante de caza» de Pepe Murillo y tiene la generosidad de no dejar nunca de lado lo mucho que se ha beneficiado de su experiencia y consejos, de los que, más tarde, también se aprovecha el lector porque Murillo no permite que este sabio y discreto personaje se adhiera al texto. Pero la primera influencia de la caza la recibe del autor de su padre, dejando que su hijo lo acompañe «como mochilero a los montes, a los pasajes de palomas y a los golpes de liebres y perdices, como coleccionista?

Pepe Murillo no podría haber comenzado mejor su viaje literario. Es un libro que derrama pasión, sinceridad, habilidades de caza, amor al paisaje («desconfianza del cazador sin paisaje», me sugirió Paco León una vez). Y el paisaje es la memoria y hay una búsqueda de esa memoria, la personal y la transmitida, en este honesto libro, escrito con la frescura de la primera vez y con un raro y simple sentido del ritmo. Un libro que desprende un cómplice y cautivador aroma familiar: los padres y la mujer por su constante apoyo; los primos Enrique y Joaquim, el tío José Fernando (autor del prólogo) y Juan José Viola «por las sugerencias y correcciones»; el tío Manuel Sánchez-Herrero, autor de los grabados… Y unas espontáneas, sencillas e íntimas fotografías de amigos, de jabalíes, de perros y de ollas en el campo. Pero hay una, de luz morbosa, que no tiene nada que ver con las otras: en ella nos sorprende una dama de serena y encantadora belleza, que sólo apoya su antebrazo izquierdo en la cabeza del cerdo sacrificado. Reza al pie: mi madre. A sus pies.

 

DIARIO HOY
Noticias de la semana. Jabalíes a la espera. José Murillo Sánchez.
La aventura de la caza
Juan J. Viola
Los libros de caza son casi siempre la historia de una aventura, porque la caza en sí misma es eso, una aventura. Pequeño o grande, como sucede. Si el hecho era cazar alondras con espejuelo en un barbecho en primavera, el tema puede ser poético, pero con muy pocas emociones. Cuando has estado esperando a los jabalíes en la incierta luz de la noche, completamente solo, al pie de la montaña, eso es otra cosa. El libro recientemente publicado por Al Ándalus Ediciones, «Jabalíes a la espera» del cacerenho José Murillo Sánchez, es el relato de una particular aventura en esta apasionante forma de caza, contada con todos los detalles, con seriedad y sencillez, que es como contar las cosas importantes.
La mayoría de la gente piensa que para escribir una aventura de caza es necesario remontar el Nilo para cazar leones, ir a las cumbres del Himalaya para cazar ovejas de Marco Polo, elefantes en Botswana o vivir una aventura un poco menos como Ulises al regresar de Troya a Ítaca. Pero no es así. La aventura se encuentra a menudo en la vida cotidiana y está cerca de nosotros. Para entrar en los misterios de posibles aventuras hay que salir, como Don Quijote, a caballo, a buscarlas; ponerse el manto al hombro e ir al campo muchas noches a contar las estrellas mientras se esperan los jabalíes, como hace este cazador. Simplemente tienes que darle a la vida la oportunidad de sorprenderte con la magia que tiene. Si esto se hace, antes o después podemos oír el canto de las sirenas y contemplar el paso de la diosa Diana, o ver un jabalí con enormes dientes entrar «en el viento». ¡Como sea! Por si acaso…
Para escribir una aventura de caza no tienes que subir al Nilo a cazar leones.

 

Al Ándalus Ediciones,
Sevilla, abril de 1999. 340 páginas

José Murillo, Pepe Murillo, como todos le conocemos, fue iniciado desde niño en el noble oficio de la caza por un gran aficionado, Vicente Murillo, su padre, e hizo las primeras incursiones en el campo de la mano de un magnífico cazador, Francisco Madera, o Quico, de Aliseda, un auténtico hombre de la sierra que, entre otras cosas, tenía un gimnasta que hacía de gato en su casa. Quico, con mano maestra, puso lentamente en su cuerpo el disfrute de la montaña, algo que cuando entra es para siempre; le mostró el verdadero hilo de la tradición cinegética, arcano que los grandes cazadores de Aliseda atesoran como nadie desde Dios sabe cuándo. Con este misterioso hilo que une a los buenos aficionados a la tradición de la caza es con lo que este joven cazador, de corta y larga palabra, tal vez sin darse cuenta, tejió la aventura que cuenta en «Javalíes a la espera». En este libro el autor relata sus encuentros con los feroces jabalíes en las misteriosas noches de la Sierra de S. Pedro y los barrancos de Salor. La caza compartió con los amigos, grandes aficionados de esta tierra: Julio «Matacochinos», Francisco «El Gordo», Francisco «El Flaco», «Curro», Santi «Barquilla», Carpio, el compadre «Mareque» y su clan y un gran etc., de buena gente cazadora.
Es el libro de un cazador, de un hombre que conoce y ama el campo y sus gentes hasta el extremo de custodiar, como si se tratara de un tesoro, la piedra en la que solía sentarse a la puerta de la casa de la vieja guardia.
«Javalíes a la espera», de Pepe Murillo, así como «Dignidad de la Caza», de Juan Mateos; «Narraciones de un Montero», de Covarsí; «La Sierra Destronada», de Manuel Terrón, o los libros de Varahona de Soto y Fradique Zúñiga, habían ocupado un lugar entre los clásicos de la literatura cinematográfica extremeña.

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